por José Vicente Peiró
Durante estos días estoy escuchando y leyendo diversas opiniones acerca de los actos conmemorativos del Centenario. Casi siempre muy positivas cuando vienen de gente ajena al Levante y de la mayoría silenciosa del levantinismo, y bastante negativas cuando vienen de un sector del levantinismo que parece gozar de la negatividad proporcionada por el refugio en la marginalidad.
No es bueno entrar en discusiones y cada uno es libre de pensar lo que estime oportuno. Por supuesto, la crítica justificada es un arte que viene de tiempos inmemoriales y merece un respeto que actualmente no tiene entre las masas… salvo cuando no se utiliza como método el análisis riguroso sino la cantidad de materia empleada. A mí los actos del lunes me parecieron correctos, acordes a nuestra economía y magnífico en cuando a relación calidad-precio, y me alegro muchísimo de que me den la medalla de oro de la ciudad de Valencia y el premio de la Generalitat. Mi institución está muy por encima de las ideas políticas de cada uno. Claro que me alegro: me alegro porque es bueno para mi Levante. Pero aquí nos perdemos en cuestionar la politización del Levante de la mano de Quico Catalán, sin entrar a valorar que es un premio para la institución y que incluso la Comisión del Centenario lo propuso en su día, como figura en sus actas, cuando López Lara caminaba por los despachos del club.
Estamos viendo situaciones curiosas: Himnos criticados antes de escucharse, al menos íntegramente, discusiones por un error de un técnico que demostró su veleidad en la realización de su trabajo, fiestas populares a las que no acuden suficientes levantinistas a pesar de que se critica la ausencia de actos para la afición, silbidos a presentadores que se han bañado en el barro de Vallejo y han dejado herencia levantinista de élite en su familia, incomprensiones hacia trabajos bien realizados o a algo muy importante que el sentido y el respeto institucional, más ausente de lo que parece, sobre todo traducible en algunas cuestiones ajenas al club pero coincidentes en su calendario, y, sobre todo, en la picaresca a la hora de comprar abonos de la temporada. Estamos contemplando en un primer plano una cara amarga del levantinismo: la del resentimiento. Por otro lado, vemos que éstos que critican hoy, cuando mañana se hace lo que decían, vuelven a criticarlo, con lo cual se contradicen hasta la irrisión. ¿Y a la afición no se le critica que acuda al campo con un pase de infantil? Hagamos exámenes de conciencia todos.
¿Es obligatorio que en el Levante no se intenten hacer las cosas bien alguna vez en la vida? Incluso ahora se están haciendo algunas bien sin dinero, y para ello habrá que conocer los costes de los actos realizados y los de aquellos de otras épocas mucho más encarecidos y más ridículos. Me pregunto si es obligatorio que el Levante sea el club de la marginalidad y de la esencia de lo vetusto. Yo he vivido en el Antonio Román parte de mi infancia y juventud y en aquellos años éramos chicos de barrio que acudíamos a un campo donde iba gente respetable y orgullosa de su equipo. Espero que se pueda retornar a este concepto.
El Levante es un equipo marcado por el yunque de la negatividad. Así somos. Mientras nuestros vecinos sacan pecho por un noventa aniversario donde lo único que han hecho ha sido perderse en sus deudas, nosotros, el club decano de Valencia, parecemos gozar de la fiesta viendo sus fallos y no disfrutamos del momento: la alegría de cumplir cien años.
Y voy a contar un detalle ilustrativo de esta negatividad. Se habla de la falta de uso del valenciano en la gala y del político discurso del director general. Se habla como si se hubiera matado a Manolete sobre el incidente del himno puesto en su versión en castellano, cuando todo fue un simple error de un técnico al apretar un botón. Sin embargo, existe un himno del centenario compuesto en valenciano, hecho que ni se menciona, de lo cual extraigo estas consecuencias:
1) Quienes critican el castellanismo del acto del centenario no hablan del valenciano empleado en la letra del himno y de su corrección, con lo cual no están valorando en una justa medida el grado de valencianización del acto, o es que simplemente actúan bajo otros factores políticos diferentes a los del director general del club y con restricciones ideológicas. Tampoco tuvieron la perspicacia cultural de captar un hecho: todos los instrumentos interpretativos del himno menos la percusión son valencianos y forman parte de nuestro acervo cultural.
2) Mi examen sociolingüístico realizado durante varios días me ha demostrado que el setenta por ciento de levantinistas no entendieron completamente la letra del himno en su primera escucha. Sólo había que preguntar para darse cuenta si conocían la palabra “enclusa”, tan ligada a nuestro imaginario aforístico; conocer su significado es fundamental para entenderlo. Habrá que pedir responsabilidades a unos y a otros, porque los antivalencianistas y valencianistas han conseguido con el paso de los años que la gente tenga titulito de la Junta de Coneixements, pero ni lo hable y, lo que es peor, no lo hable correctamente ni se esfuerce en estudiarlo. Habrá que examinar el porqué y pedir las responsabilidades que se piden para otros. Unos y otros.
Hay quien baila con la renuencia, otros con lo inefable… En fin: allá ellos. Yo creo que debemos estar felices por cumplir cien años y disfrutar del presente. Algo que saben hacer muy bien los clubes donde la afición realmente es fiel y sana. Mañana igual hasta ni existimos, porque lo más probable es que todos los que estamos vivos este año, seguramente no lo estaremos dentro de cien años.
Quienes así pensamos, desde lo positivo, posiblemente ayudemos a mostrar un Levante como un equipo abierto y moderno. Igual hasta por esta razón viene algún inversor honrado de los que tanto necesitamos que lleguen y no sólo la España cutre, valenciana o manchega, que generalmente se aposenta con comodidad y anuencia de la mayor parte de la afición en nuestra poltrona. Apuesto por un Levante positivo, igual que aquel que yo mamé en aquellas sendas de Orriols, con la afición realmente como una familia unida.
Ah, el ballet español Fusión está triunfando en Londres este fin de semana. Lo digo porque cuando un valenciano triunfa fuera se le acaba pagando muy bien, económica y socialmente. El Cudol va a París este verano próximo, con lo cual, llevará el himno del centenario por aquellos lares. Y Quique Victoria es un fenómeno… incluso hablando en valenciano aunque no lo hiciera el lunes pasado. La lengua usada no determina la calidad de un producto. Es el empleo enriquecido de la lengua lo que le otorga o le resta.
Creo que lo mejor es disfrutar del Centenario. Esta celebración no es imprescindible para que un club de fútbol funcione, pero sí ayuda a dar a conocer mi club a mi ciudad y al resto de mi ciudadanía. Aunque a lo mejor queremos seguir mirándonos al ombligo y cerrados en nuestro útero materno. Quizá debe ser porque se vive mejor así. O viven mejor así.