22 enero 2009

De los medios de comunicación

por José Vicente Peiró

Durante estas últimas semanas, nos hemos acostumbrado a ver cómo un periódico informa tarde y con un tono cínico acerca de situaciones negativas de nuestro Levante U.D. Mientras tanto, otros medios se dedican a informar, además de crear opinión, que para eso están, y nos relatan con pelos y señales aspectos sonrojantes de nuestro club; aspectos que sin duda son más duros de digerir que los ofrecidos por ese otro medio ya exento de credibilidad, y cuyas noticias fueron relatadas meses antes con normalidad por esas emisoras de radio y papeles que ellos tratan con desprecio bautizándolos como “menores” aunque no se atrevan nunca a cuestionar su información porque saben que es todo un ejemplo de profesionalismo.
Hoy en día es fácil hacer prensa. Más fácil que antaño. Leyendo algunos foros levantinistas uno se puede informar de todo lo acaecido en el club e incluso escribir un artículo de opinión fundado en las ideas de los “foreros”, ese periodismo ciudadano que se ha engullido la credibilidad de los anticuados grandes medios de comunicación, y si no, que le pregunten al programa Sin Tregua, cuyo éxito radica precisamente en generar la información haciéndola accesible a esos mismos “foreros” o levantinistas de barra de bar, tan despreciados por los periodistas de la corte deportiva valenciana. Hoy en día, se puede entrar en Google a consultar un dato y hallarlo. Cotillas que cuentan los chismes internos de la institución donde radican o trabajan hay a porrillo. Un periodista puede incluso piratear informaciones de otros medios sin que el asaltado se entere. Pero es una sencillez aparente.
Y lo digo porque es frecuente encontrar errores. Todos los datos de Google no son ciertos. Recuerdo un artículo que escribí hace años sobre el falso poema de Neruda que circula por Internet con el título de “Muere lentamente”, cuya calidad avergonzaría al autor chileno. Todo el mundo lo daba por hecho, pero resulta que el autor era de Portugalete, población sita a veinte mil kilómetros de Chile, su país. Pues hubo medios de comunicación “respetables” que hablaron del hallazgo de un nuevo poema, desautorizando la opinión contraria de tantos profesores que dieron su tiempo libre para el estudio de Neruda. Pero Google manda y sabe más que un experto, ¡qué vamos a hacer! Y nuestro periodismo está sometido a una absurda “googlelización”.
Por otro lado, la facilidad para la transmisión de noticias crea un problema que las redacciones no están sabiendo resolver: el exceso de información. Incluso se ha de luchar contra el exceso de información de la misma información. Es muy difícil dar un tratamiento correcto a las avalanchas y más aún discernir el grado de ajuste a la veracidad de una noticia cuando se narra con diferentes ópticas. Eso se suele disimular con opiniones vertidas dentro del texto de la noticia, de la apariencia informativa.
El periodismo ideologizado está en crisis. El personal demanda noticias rápidas, consumibles, de ahí el éxito de los pequeños diarios gratuitos. Diríamos que el periodismo influye más en los correligionarios que en los indecisos o independientes. Los dossieres de prensa quedan en las estanterías de las organizaciones políticas o estamentos oficiales, pero su contenido no llega a la gente. El descrédito de la opinión publicada ha provocado un alejamiento, cuando no desprecio, de la cosa pública.
Con esta realidad, nuestro Levante U.D. sufre más aún por su condición deportiva periférica, en una ciudad donde la importancia se le atribuye en exclusiva a otro club. No es centro de noticia, ni posee poderes fácticos, ni interesa a los políticos más que por el ruido que podría armar su desaparición y el que la tercera capital de España pudiera dejar de tener un segundo equipo profesional, lo cual situaría a Sevilla por delante y a Galicia en situación de engullirse futbolísticamente al deporte que más rentabilidad política da a los dirigentes valencianos: el fútbol.
El Levante no carece de medios de comunicación propios. Posee unos foros donde las noticias circulan hasta superar las que cualquier periódico ofrece sobre el Valencia C.F. Posee tres programas de radio de como mínimo una hora de duración que en muchos casos se queda corta (Sin Tregua, La Voz Granota y La Hora Granota), lo que da dimensión de qué germen para la información posee. Pero posee un lugar marginal en los “grandes”, y si los jefes de redacción tuvieran un mínimo de voluntad informativa, estarían ahora desmenuzando las sorpresas que revelan las más de mil páginas del informe de la administración concursal. Creo que es un trabajo excesivo, pero da para establecer componendas y conjeturas sobre el entramado económico oculto del fútbol profesional con datos reales y no con suposiciones, y podría permitir un acceso a informaciones de clubes más poderosos, lo cual sería como destapar la caja de Pandora, y a lo mejor eso no interesa porque se desmonta el chiringuito.
Esto es una obligación ética, profesional y deontológica a cuya función social un periodista está obligado. Les agradeceríamos que nos informaran del contenido del informe concursal, e incluso que lo extrapolaran a la situación general del fútbol, y así cumplirían con la misión social del periodista. Ayudarían a limpiar no sólo los clubes del cap i casal, sino también el corrupto fútbol español. Sin embargo, es mejor detenerse en aspectos ridículos, alusiones a escritores “de doble militancia blaugrana”, relacionar presidentes del club del centralismo con el Levante en un alarde de ignorancia supina, hablar de calderas que no funcionan, sin caer en que están averiadas desde octubre pero parece que se estropearan ayer, de la incomodidad que provocan un padre y un hijo que ahora gestionan el club (algo manifestado el mismo día en la Asamblea de Socios del 30 de diciembre, y que se silenció en aquel momento), supuestas empresas de intermediación que ya están molestando a la secretaría técnica, nuevos estadios construidos junto al mar, ex-presidentes del equipo vecino que iban a edificar una cancha en su esquina pedánea, nuevos bajos comerciales, en informaciones donde se incluye una píldora de bilis dedicada a confundir a la gente y a demostrar que somos un equipo de imbéciles y de dóciles súbditos, como si el vecino se hubiera manifestado en la calle mucho contra la gestión de Juan Soler. El tono despectivo, que ya no molesta a la afición levantinista por extremadamente ridículo, revela que existe una doble intención: situarse frente a los nuevos propietarios y, además, oultar la realidad ridícula y de quiebra a la que ha llegado otro equipo idolatrado y subvencionado a cambio del favor político o empresarial.
Cualquier buen profesional sabe que los excesos cansan. Un buen periodista sabe que siempre el reiterado empleo del mismo tono despectivo produce el efecto contrario al deseado. Por eso, los levantinistas nos sentimos muy orgullosos de que determinados medios de comunicación nos traten como periféricos, nos desprecien y traten de humillar a nuestro club. Incluso de que el Real Madrid tenga un presidente levantinista, también abonado de palco vip del Valencia, al que, al revés que a sus padres, ni hemos conocido en nuestro estadio, ni ha sido consejero, ni siquiera nos ha ayudado a eliminar las telarañas en nuestra caja fuerte, aunque sí que hizo negocios con el Valencia. Eso es signo de que vivimos, de que caminamos hacia una luz a poco que se trabaje con sentido común, de que si rompemos con el Villarroelato creceremos sin parar en una sociedad valenciana harta del pensamiento único, de que molestamos a los enormes intereses empresariales existentes en el periodismo deportivo valenciano, y que nuestras perspectivas de crecimiento siguen intactas si se hacen bien las cosas. Para estos periodistas de medio pelo pero con un alto poder e influencias políticas, un Levante fuerte supondría hacer tambalear el status montado actualmente, además del triunfo de la periferia sobre el centro mesetario, utilizando sus mismas metáforas.
Por eso, yo me alegro de que los días sitúen a cada medio de comunicación en su lugar. Aunque más me alegraría que reemprendieran su viejo camino para el que fueron creados: ofrecer información y opinión. Y no confundir opinión e información como ocurre en el caso del Levante U.D. Por eso, prefiero el periodismo ciudadano actual al profesional.

Menos mal que en el periodismo, noble profesión de “la palpitación del día”, como la bautizó el maestro Azorín, todos sabemos dónde se sitúa cada uno. Los intereses personales y las querellas en el juzgado delatan.

9 comentarios:

jonceltic dijo...

Los medios acabarán por crear el puesto de "filtrador de noticias" o "filtrador de basura"... la tasa de error es altamente preocupante en algunos periódicos valencianos.

Café Fútbol dijo...

A estas alturas yo creo que es más correcto el término "medios de desinformación", pues ya no interesa llevar noticias al lector, sino manipularlo al antojo del diario,periodista,cadena de turno.

Una lástima, pero es el pan de cada día.

Un saludo!

Anónimo dijo...

excelente y enhorabuena, cada uno en su sitio y con parrafos saludos

Anónimo dijo...

Caray,que comparación con algunos periodistas que no saben juntar dos letras seguidas

Anónimo dijo...

Enhorabuena Lorant: A seguir practicando levantinismo.

Anónimo dijo...

Sencillamente perfecto.Algunos juntaletras apesebrados del poder xoto,deberían leerlo y aprender a escribir.
Enhorabuena Lorant.

Anónimo dijo...

Gracias por las loas. La intifada contra el poder continúa. Y eso que no he querido utilizar burradas lingüísticas como "concomitancias históricas".

Miguel Ángel Vara dijo...

Marcelo Bielsa:
“Si algo ha obstaculizado la comunicación con la gente, ha sido el negocio periodístico”

Anónimo dijo...

Miguel Ángel:
Totalmente de acuerdo con Bielsa y contigo, dado que uno utiliza una opinión de otro cuando la suscribe, además de dar autoridad a lo afirmado.
Pero no olvides que de la literatura también. Tanta editorial existente hoy en día abruma, y hace veraz el dicho de "mucha cantidad = mala calidad". Un gran negocio la venta de libros y periódicos a granel. El contenido da lo mismo, aunque siempre ha de ir enfocado hacia un fin determinado.
Al fin y al cabo, siempre estudiamos que el periodismo era un género literario. Y lo es. Por eso hay que exigirle competencia lingüística y la separación entre la opinión y la información.
Un abrazo, Miguel Ángel.